jueves, 9 de mayo de 2013

Anotaciones 09052013



#1
Imagina que te recubre una especie de membrana con capacidades sensoriales y representativas. La calidad, la transparencia, la permeabilidad y habilidad codificadora de dicha membrana  condicionará de un modo crucial todos los imputs que se presentan desde “el exterior”. Imagina que tu conciencia se topa con un estímulo sensorio procedente del otro lado de la membrana, pongamos un prisma poliédrico que entra en contacto con esta frontera sensible: tu conciencia percibirá una deformación en la pared membranosa pero, siempre y en cualquier momento, una persona vulgar podrá decir “estoy viendo la cara interior de mi pared de consenso y apriorismos. Nada más”. Creerá que cualquier estímulo exterior a esa membrana no será sino una deformación nativa de la propia membrana, de su pequeño mundo de ilusiones finales. Pero alguien con “ingenio” sabe que aunque aún no perciba directamente lo que hay al otro lado de esa pared elástica, las deformaciones y variaciones en dicha pared no son sino consecuencias, efectos, de una causa que pertenece a una naturaleza distinta.
Así, el primer paso para desarrollar una capacidad perceptiva de orden superior, es comprender que especialmente aquello que pertenece a una naturaleza trascendente primero lo captamos como algo en nuestro interior, como un sentimiento, un estado de ánimo, un pensamiento, una sensación o intuición que deviene significativa en el contexto de la situación. Puedo decir, por ejemplo, “siento la presencia de una inteligencia inorgánica y aún no la capto plenamente con mis sentidos pero la reconozco mediante el ánimo o el pensamiento que se suscita en mi psique” o “reconozco que esta persona me está mintiendo, no tanto por la anotación de los fallos de su mímica inconsciente, sino por la sensación de repulsa que siento en mis entrañas…”
La fidelidad sensible y la transparencia de esa membrana en un individuo podrían muy bien denominarse habilidades empáticas.
Es importante aquí hacer uso de una capacidad discriminativa que permita disociarse de ciertos tipos de percepciones de modo que puedas decir: “ese estado de ánimo (por ejemplo) que acude a mí en este contexto significativo no soy yo en realidad, sino algo con lo que debo relacionarme conscientemente”. Solamente mediante esta disociación podremos observar con perspectiva y mantener un diálogo en pie de igualdad, evitando ser manejado como una marioneta.
Una vez preparamos nuestra psique para este tipo de propiocepción, con el tiempo, empezaremos a generar las transformaciones necesarias para una percepción cada vez más directa.

#2
El foco de la conciencia, la serenidad eficaz deben perdurar en los momentos de la marea de acontecimientos, en el maelstrom de la batalla, en las diatribas, en la bruma del no saber…Si en circunstancias de vértigo, la conciencia es arrastrada por la gravedad de los acontecimientos, por el tumulto mecánico de las cosas que intervienen, uno pierde la capacidad de ver el sustrato esencial que subyace tras la apariencia, pierde la soberanía y la independencia , y por tanto, pierde la capacidad de actuar con eficacia. Tras la cascada de sucesivos aconteceres fluye una corriente profunda y oculta que solamente es accesible a una consciencia igualmente profunda y entrenada, y sensibilizada para interactuar con este trasfondo.
No son el escalpelo, el cincel o el martillo los que por sí mismos dan forma a la piedra, sinó la voluntad y la mano del artista que las usa. Del mismo modo, nuestro cuerpo y sus sentidos, nuestro razocinio, nuestra imaginación, nuestras emociones, intelectualizaciones, estados de ánimo, etc, etc…se asemejan a los instrumentos que usa un jardinero o un escultor. Del mismo modo que el cincel no puede decirle al artista qué es lo que debe hacer, los instrumentos de nuestro cuerpo y nuestra alma – así por decirlo - no son quienes deben dirigirnos ni atraparnos en su campo gravitatorio. Si las circunstancias, las cosas,  nos atrapan en su corriente superficial y mecánica, nuestra voluntad cae en una especie de pasividad respecto al flujo de los acontecimientos y se convierte en una marioneta sin poder de decisión.
Cuida tus herramientas, ámalas, calíbralas, púlelas, añade mejores instrumentos a tu arsenal… pero sobretodo no te desresponsabilices de tu dignidad como artista, como director, pues solamente ella tiene la visión, la voluntad y la capacidad de crear e intepretar.
El centro de gravedad debe formarse en base a lo que Soy o voy Deviniendo, teniendo como núcleo el germen profundo de la propia identidad. No confundas el núcleo de tu identidad con una identidad falsa o superficial definida por las circunstancias cambiantes o por preconcepciones más o menos abstractas, definiciones culturales, manipulaciones insidiosas y demás influencias fantasmales.
Por identidad me estoy refiriendo a la propia dinámica que nos hace decir “existo de un modo particular y percibo como el Caos es matizado al pasar a través de mí”. Se trata de una “signatura acausal” determinada.

Uno debe ser capaz de liberarse de las condiciones para, de ese modo, poder ser él quien condicione. Un pintor no podría hacer su Arte si estuviera atrapado en el lienzo…
Observa los imputs que dejan su huella en tu sentir, tu percibir, tu comprender, en la atmósfera anímica de tu vida, y sabe que debes desarrollar un Centro Magnético más allá de las condiciones para poder dialogar con las corrientes y, eventualmente, manejarlas o surfear…


#3
“Si uno no es capaz de sobreponerse a las influencias externas, quiere decir que nada hay en él capaz de sobreponerse a la muerte. Pero si consigue independizarse de las influencias externas, si llega a crear en él algo capaz de vivir por sí mismo, entonces es posible que este algo no muera. En las circunstancias actuales, nosotros estamos muriendo minuto a minuto. Cada vez que las influencias externas cambian, nosotros cambiamos con ellas; o sea que a cada rato mueren muchos de nuestros "yo". Si el hombre consigue desarrollar en sí mismo un YO capaz de sobreponerse a los cambios de las condiciones externas, este YO sobrevivirá a la muerte del cuerpo físico.”


Gurdjieff